El país del matrimonio - Wendell Berry
i.
Te sueño caminando de noche a la orilla de los arroyos
del país en que nací. Mientras caminas se abren retoños cálidos
y los pájaros cantan canciones nocturnas.
Guardas en tu cuerpo la semilla oscura de mi sueño.
ii.
Llega tras el silencio. ¿Fue algo que dije lo que
me ató a ti, quizá un simple promesa o, peor,
el miedo a la soledad y la muerte?
Como un hombre perdido en la oscuridad del bosque, paré
y callé. Luego crecieron en mí,
como poderoso brebaje de la tierra
brotando en raíces y ramas, las palabras de un sueño sobre ti
que no sabía que había soñado. Era un caminante
que siente de nuevo el consuelo de la tierra en la que nació
bajo su pisada y fluyendo por su sangre.
Seguí, ciego y fiel. Donde fuera que pisara
mi camino me sostenía. No había abismo
frente a mí, sólo el suelo llano.
iii.
A veces nuestra vida me recuerda
a un bosque en el que hay un claro grácil
y en esa abertura una casa,
una huerta y un jardín,
sombras cómodas y flores
que al sol son amarillas y rojas, un patrón
hecho en la luz y para que la luz retorne.
El bosque es sobre todo oscuro, rehaciendo sus caminos
día tras día, la oscuridad
más abundante que la luz y más bendecida,
siempre que seamos lo suficientemente
valientes como para seguir.
iv.
Cuántas veces he vuelto a ti loco
de alegría, si es que algún hombre alguna vez ha sido alegre,
pues para acercarme a ti he dejado la luz y
y toda orientación. Llego a ti
perdido, confiado, como un hombre
que entra al bosque desarmado. Como si descendiera
lentamente hacia la tierra desde el aire. Descanso pacíficamente
en ti cuando al fin llego.
v.
Nuestro vínculo no es un pequeño negocio en el que intercambiamos
mi amor y trabajo por el tuyo, una cosa por otra
de un fondo común. No sabemos cuáles son sus límites—
caminamos a ciegas. Estamos más juntos
de lo que sabemos, si no, ¿cómo más podríamos descubrir cada día
que estamos más juntos de lo que pensábamos?
Eres el camino recorrido que lleva siempre a lo desconocido,
y eres el lugar conocido al que lo desconocido
siempre me retorna. Más que bendito en ti de lo que sé que soy,
no tengo nada valioso que darte, nada
que no se reduzca ante mi palabra de posesión.
Incluso una hora de amor es un predicamento moral, una bendición
que a un hombre le puede costar merecer. Él sólo puede
aceptarla, como una planta acepta la generosidad de la luz necesaria
para vivir, y luego acepta la oscuridad,
que retorna a la tierra sin obstáculo alguno, como he caído
una y otra vez desde la gran fuerza
de mi deseo, inútil, en tus brazos.
vi.
Lo que estoy aprendiendo a darte es mi muerte
Para liberarte de mí, y a mí de mí mismo
hacia la oscuridad y la nueva luz. Como el agua
de un arroyo profundo, el amor es siempre demasiado.
No lo logramos. A pesar de haber bebido hasta reventar
no podemos tenerlo todo, o quererlo todo.
En su abundancia sobrevive a nuestra sed.
Al atardecer llegamos a su orilla
para beber lo que nos corresponde, y dormir, mientras
sigue fluyendo por las regiones oscuras.
No nos retiene, aunque sigamos volviendo,
sedientos, a sus ricas aguas. Entramos,
deseando morir, en la comunidad de su alegría.
vii.
Te doy lo que no tiene límites, lo que pasa de oscuridad en oscuridad,
conteniéndola; una noche de lluvia, una madrugada.
Te doy la vida que he dejado de vivir por amor a ti:
Un pedazo de tierra con maleza naranja al lado del camino,
la huerta nueva esperando en la nieve, nuestra propia vida
plantada en el suelo, como he plantado la mía en ti. Te doy mi amor por todas
las mujeres bellas y honestas que acoges en tí
una y otra vez, y complaces – y este poema,
no más mío que de cualquier hombre que ha amado a una mujer.
The Country Of Marriage- Wendell Berry
I.
I dream of you walking at night along the streams
of the country of my birth, warm blooms and the nightsongs
of birds opening around you as you walk.
You are holding in your body the dark seed of my sleep.
II.
This comes after silence. Was it something I said
that bound me to you, some mere promise
or, worse, the fear of loneliness and death?
A man lost in the woods in the dark, I stood
still and said nothing. And then there rose in me,
like the earth's empowering brew rising
in root and branch, the words of a dream of you
I did not know I had dreamed. I was a wanderer
who feels the solace of his native land
under his feet again and moving in his blood.
I went on, blind and faithful. Where I stepped
my track was there to steady me. It was no abyss
that lay before me, but only the level ground.
III.
Sometimes our life reminds me
of a forest in which there is a graceful clearing
and in that opening a house,
an orchard and garden,
comfortable shades, and flowers
red and yellow in the sun, a pattern
made in the light for the light to return to.
The forest is mostly dark, its ways
to be made anew day after day, the dark
richer than the light and more blessed,
provided we stay brave
enough to keep on going in.
IV.
How many times have I come to you out of my head
with joy, if ever a man was,
for to approach you I have given up the light
and all directions. I come to you
lost, wholly trusting as a man who goes
into the forest unarmed. It is as though I descend
slowly earthward out of the air. I rest in peace
in you, when I arrive at last.
V.
Our bond is no little economy based on the exchange
of my love and work for yours, so much for so much
of an expendable fund. We don't know what its limits are--
that puts us in the dark. We are more together
than we know, how else could we keep on discovering
we are more together than we thought?
You are the known way leading always to the unknown,
and you are the known place to which the unknown is always
leading me back. More blessed in you than I know,
I possess nothing worthy to give you, nothing
not belittled by my saying that I possess it.
Even an hour of love is a moral predicament, a blessing
a man may be hard up to be worthy of. He can only
accept it, as a plant accepts from all the bounty of the light
enough to live, and then accepts the dark,
passing unencumbered back to the earth, as I
have fallen tine and again from the great strength
of my desire, helpless, into your arms.
VI.
What I am learning to give you is my death
to set you free of me, and me from myself
into the dark and the new light. Like the water
of a deep stream, love is always too much. We
did not make it. Though we drink till we burst
we cannot have it all, or want it all.
In its abundance it survives our thirst.
In the evening we come down to the shore
to drink our fill, and sleep, while it
flows through the regions of the dark.
It does not hold us, except we keep returning
to its rich waters thirsty. We enter,
willing to die, into the commonwealth of its joy.
VII.
I give you what is unbounded, passing from dark to dark,
containing darkness: a night of rain, an early morning.
I give you the life I have let live for the love of you:
a clump of orange-blooming weeds beside the road,
the young orchard waiting in the snow, our own life
that we have planted in the ground, as I
have planted mine in you. I give you my love for all
beautiful and honest women that you gather to yourself
again and again, and satisfy--and this poem,
no more mine than any man
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