Un color en el cielo

Un color en el cielo (v.2)

By Tony Hoagland





Hoy sopla el viento y me siento menos que brillante,
manejando desde la oficina entre las colinas.
Hay parches oscuros en la carretera
cuando paso por la madera amontonada,
y baches brillantes en los que se asoma el mar,
lo que no hace de la carretera una alegoría.
 
Debería llamar a Marie y pedirle perdón
por ser haber sido tan mal huésped anoche,
pero no estoy seguro de no volverlo a hacer
y, de cualquier forma, prefiero ver los árboles balanceándose
como si estuvieran excitados.
 
Además es primavera y todo parece frágil;
El cielo es de un azul bebé, y las hojas, que recién empiezan a brotar,
están llenas de una clorofila imberbe:
la tinta misma de la inexperiencia.
 
Las canciones del verano pasado vuelven a sonar en la radio
y mientras recorro la autopista,
Veo el escrito del único vándalo metafísico de Estados Unidos:
“La Memoria ama el Tiempo”.
 Un grafiti con letras grandes y negras,
 
lo que nos hace pensar si el Tiempo también ama la Memoria.
 
Anoche soñé otra vez con X.
Es como una astilla en las sábanas de mi inconsciente.
Hace años me penetró
y aunque me bañé y me bañé y me bañé,
nunca la pude quitar,
ahora me alegro.
 
Lo que pensé que era un final fue un medio.
Lo que pensé que era una pared de ladrillo fue un túnel.
Lo que pensé que era una injusticia
fue el color del cielo.
 
Afuera del centro comunitario, entre el bar
y la estación de policía,
un pequeño cerezo silvestre está enloqueciendo;
desbordado de capullos borboteantes,
como una pinta de cerveza espumosa;
como una novia arrancándose el vestido
 
dejando caer nubes de pétalos blancos como la nieve en el suelo,
 
el derroche de la Naturaleza parece silenciosamente obsceno.
Lo ha hecho toda la semana:
inventa belleza
se deshace de ella,
y la crea una vez más.



A Color of the Sky
 
Windy today and I feel less than brilliant,
driving over the hills from work.
There are the dark parts on the road
                     when you pass through clumps of wood   
and the bright spots where you have a view of the ocean,   
but that doesn’t make the road an allegory.

I should call Marie and apologize
for being so boring at dinner last night,
but can I really promise not to be that way again?   
And anyway, I’d rather watch the trees, tossing   
in what certainly looks like sexual arousal.

Otherwise it’s spring, and everything looks frail;
the sky is baby blue, and the just-unfurling leaves
are full of infant chlorophyll,   
the very tint of inexperience.

Last summer’s song is making a comeback on the radio,   
and on the highway overpass,
the only metaphysical vandal in America has written   
MEMORY LOVES TIME
in big black spraypaint letters,

which makes us wonder if Time loves Memory back.

Last night I dreamed of X again.
She’s like a stain on my subconscious sheets.   
Years ago she penetrated me
but though I scrubbed and scrubbed and scrubbed,   
I never got her out,
but now I’m glad.

What I thought was an end turned out to be a middle.   
What I thought was a brick wall turned out to be a tunnel.   
What I thought was an injustice
turned out to be a color of the sky.

Outside the youth center, between the liquor store   
and the police station,
a little dogwood tree is losing its mind;

overflowing with blossomfoam,   
like a sudsy mug of beer;
like a bride ripping off her clothes,

dropping snow white petals to the ground in clouds,

so Nature’s wastefulness seems quietly obscene.   
It’s been doing that all week:
making beauty,
and throwing it away,
and making more.






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