[Reiteraciones]

Caminamos, cada vez, por aceras más delgadas.

Los parques, sin bancas, 
nos extrañan en la contemplación.

No hay pasajes.
No hay bosques, patios, jardines, zaguanes.

Crecen, en cambio, las mesas en los centros comerciales.
Sillas solitarias con tomas para cargar celulares, el computador.
Audífonos con música, podcasts, redes.

Entre nosotros, la Muralla China y Meta.
Evitamos el encuentro. 
Nos aterra deambular, sentarnos,
vernos en los ojos del otro.
Sin razón, sin necesidad.

Sólo mirarnos.

Verme en la pupila ajena,
encontrarte en lo que no soy,
perdernos en lo que es de todos y de nadie.

Y entiendo que no todo puede ser vida, vida, vida.
Sino que la muerte, -la pequeña, la grande y la mediana-
es la medida de mi pálpito.

Demasiada vida, digo yo.
Demasiada luz, demasiada música.
Por eso, el silencio. 

Apagar la luz, cerrar los ojos, 
desconectar, olvidar.
A ver si en el renacimiento hay más sombra,
más noche, más frío.

En últimas, lo único que quiero es 
que tras el día venga la noche.
Caminar sin notificaciones,
sin esquivar los arbustos 
que nos impiden cruzar la calle 
por donde nos de la gana.
Que no enrejen el verde.
Que no haya que pedir permiso 
hasta para morir.


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