Grietas (III)

La fractura a veces no es evidente,

especialmente cuando es una falla tectónica.
Casas, carreteras, ciudades, países
pasan sobre ella.
A veces la cubre un río,
el mar.

Las profundas
son madres de cordilleras y continentes,
de islas,
de cadenas de volcanes.

Las más tímidas
son apenas cortadas
de la página en los dedos,
el sabor de la sangre en los labios,
un lugar en el pie
donde un hongo cede por el clotrimazol.

El ecosistema de la grieta: el universo.

Su definición:
fractura que, entre sus bordes, acumula,
desgarrando los hilos del discurso.

Grietas infinitas en el corazón
que, al pasar un "te quiero" al aire,
deshilachan tejidos.

El “te” se queda adentro,
recuerdo de algo gastado.

Se acomoda afuera el “quiero”,
aglutinante, desorientado.

La hilacha queda ahí.
No es resina, ni tapón, ni cicatriz.
Quizá materia infecciosa,
esperando una limpieza profunda
que permita a la falla
crecer.

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