Después de una conversación
sólo permitida por el genocidio en Gaza
y la caída estrepitosa del pensamiento ilustrado,
muelo café.
Pongo cinco cucharadas en la cafetera
con 12 pocillos de agua
y le huelo el pelo a mi hijo.
Después de una conversación
sólo permitida por el genocidio en Gaza
y la caída estrepitosa del pensamiento ilustrado,
muelo café.
Pongo cinco cucharadas en la cafetera
con 12 pocillos de agua
y le huelo el pelo a mi hijo.
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