Bitácora de 3 a.m.

Llueve esta noche.
Tantos poemas llueven,
tantos nocturnos.

El viento trae una
humedad que huele bien,
y los pudre, aún en las cabezas.
Se los lleva.

No tanto así a mis causas:
pérdidas infinitas de tranquilidad y colores.

En la pierna fuera de la cobija, el frío.
En la otra, el ahogo
de las tres de la mañana.

Series de insomnios.
Pájaros que se despiertan
(como yo)
a mirar qué esconden
troncos oscuros:

insectos incautos,
gente preocupada por el precio de la gasolina,
puntuaciones olvidadas.

Se me cierran los ojos de cuatro de la mañana
entre flotillas secuestradas en Gaza
y sueños en los que el reflejo es otra.

¿Si era el refrigerante que compramos?

Quizá lo que necesito es un editor.

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