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  Pensé en el retrato  como una forma de sobrevivir al tiempo. Las sonrisas, la mirada en la cámara (en mí).   En el centro, tú, a la izquierda, el hijo, a la derecha, la nieta mayor (yo), al frente, la nieta menor.   Accedías, como si supieras de la necesidad que tiene la memoria de artefactos y gestos.   Como tus hilos, esa herencia que guardo intacta en el costurero. (Tengo miedo de enhebrarlos de nuevo, bordar tus flores en la tela, tensionar, otra vez, el tambor).   Es que la cadeneta y el punto español, -incluso el tacatacataca de la máquina de coser- me atrapan.   Y vuelvo a estar sentada entre tules rosados y olor a madera encerada, mirando el pie envuelto en la media velada que transluce los dedos sobre el pedal marca Singer.

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