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Mostrando entradas de agosto, 2025

Para tu memoria

Vuelvo a tomar el tambor. Reviento un hilo.  Lo llevo hasta donde el dibujo deja la seña.  Corto. Repito la acción.  Cada hilo roto tiene un pensamiento  sobre los dedos de mi abuela y la práxis que existe  en los dedos gruesos, morenos, con las uñas increíblemente elegantes, como si nunca hubieran pasado por las cebollas, el maíz y la papa. De pronto, su mano es la mía, pasando la aguja entre el dibujo. Bordo tu corazón  con las historias  del hilo que abraza,  como esta camisita  que imaginamos, que bordamos -mi abuela y yo- para que te entibie la piel.

Aguadulce y carbón

La memoria es de las mujeres: las creadoras, el origen, la cultura, la canción. Las hijas del maíz  lo amasan y crean muñecas, masato, mazamorra, vida: caricia a los viajeros, que llegarán cansados  de Indonesia a Buenaventura, las que ofrecen aguadulce  mientras susurran al carbón que no queme, y le ponen al niño todas las ollas, laboratorios imaginarios, mientras imitan al creador,  moldeando dulzura a imagen y semejanza.   La lengua es de las mujeres: rítmicamente pilando el arroz,  cantar de navegantes, cuna en la tierra,  caricia del pie sobre arena y semilla, escuchando los llamados de las plantas y los pájaros en las mañanas: "ya es tiempo de migrar", "ya es tiempo de sembrar" lengua y movimiento integrados  en un currulao con Gea sudando ríos,  explotando en volcanes y riendo cien mares.   La magia es de las mujeres: el aliento que aviva  el fuego en el horno y a una palabra nuestra,  las partículas devienen s...

Insistencia de carpintero

A un sonido más  de borrar lo escrito, a una caricia más  de ser vendaval,  acabando con esto que tirita, me lleno la médula   con verdes y azules que poco tienen que ver  con algo más que grises y cobrizos. Cierro los ojos. Las cigarras, constantes, que poco a poco varían en una,  dos,  cuatro  formas de cantar, se confunden con motores,  grillos y tangaras. Cierro los oídos. Tu olor ya no está. Queda la madera  oscura, dulce,  ¿caoba o roble? Tengo que cerrar los poros. Ahora el recuerdo  me dispersa letras y letanías. Estoy cansada, cansada, cansada. Para qué tanto esfuerzo  en destruir lo que por años  ha funcionado. ¿Para qué la insistencia de carpintero? Como si la trascendencia fuera hablar sobre periódicos o literacidades, como si controlar entradas o salidas me fuera a salvar del sueño  de una casa con flores, una hamaca y la canción en el fondo de mi cuerpo sobre la tierra.

440

Lo más simple es la poesía. La imagen  que deviene experiencia trascendente. Una arañita, y los sonidos que, entre el aleteo, la vibración y la percusión, van afinando el universo. Me gusta la idea de que creamos refugios antinucleares en la voz,  en la caricia,  en la pulsación, en el aliento que recorre la madera. Lo mas simple, ¿ves? El refugio más simple es este: nuestro 440.