732 años

Tengo 732 años, 
y una paciencia arrugada que ya no me permite 
sino sonreírle a los desconocidos en la calle
y mandar lo más lejos posible a los conocidos
que pretenden ser tan livianos como 
kilos y kilos de plumas 
comprimidos
en un cm².

Soy experta mediadora de conflictos,
comprendo las razones y sinrazones
del proceder humano,
defiendo la irracionalidad a capa y espada
y miro por encima del hombro 
a la intelectualidad de cafetín.

Me creo, con mil razones a favor, 
una chimbita que salta descalza en los charcos 
y desfila con tacones en reuniones 
de cooperación internacional por igual.

Me miran, con otras mil, 
como una paria
sin arraigo ni horizonte
en un universo endógamo.

Es la vida:
Yin y yang.
O, más jungiano,
la Carroza.




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