Sin nombre

Son las razones de la sinrazón.


Eso sobre lo que no se puede escribir,

lo que hace que tus dedos 

se sientan sucios al pensarlo.


Lo innombrable.


Escondido entre los árboles de la selva

susurrado 

mientras bulle la olleta en el fogón

matando al perro para que no haga bulla

achicando la panga

eligiendo siempre

la piel dura

la lágrima contenida

el cigarrillo en la noche.


Pero vuelve. 

Incansable. 

Recurrente.


En el río que no cambia

En el árbol quemado

En otras pieles bailando bundes 

y agradeciendo que haya velas.


La verdad es que 

mientras mi pecho recuerda

mis piernas olvidan

-o tratan- 

cada palabra, cada mancha  

la sangre seca o reciente 

sobre la tierra

bajo el grito y el llanto.



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