I Siempre me imaginé una casa: Papá, mamá, dos hijos (una niña, un niño) portada de Cosmopolitan o Vogue por lo menos Selecciones, página central. Siempre soñé una casa con flores: pensamientos, hierbabuena, margaritas, hortensias. Rosas, no. Demasiadas espinas para tanto olor a funeraria. Un patio que rodeara la casa, y dos árboles de durazno, un jazmín, las feijoas, uchuvas, tréboles que iban a ser receta de cuanto niño llegara. Siempre pensé que iba a ser maestra jardinera: un delantal de cuadros sobre el blanco impecable de la bata jugando a la rueda con niños, colores y canción. II Nadie le avisa a uno el costo de cada imagen, el duelo de cada sueño que - inútil, además- se va escribiendo en la piel. Al principio, como en los cuentos de hadas, todo sucede con un toque de varita mágica: fiesta con los amigos en las noches y desaparecen las hortensias. El primer sueldo y se va el arcoíris que se escondía tras la casa. No te das cuenta, no duele, no se siente. ...
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