732 años
Tengo 732 años, y una paciencia arrugada que ya no me permite sino sonreírle a los desconocidos en la calle y mandar lo más lejos posible a otros, que pretenden ser tan livianos como kilos y kilos de plumas comprimidos en un cm². Soy experta mediadora de conflictos, comprendo las razones y sinrazones del proceder humano, defiendo la irracionalidad a capa y espada y miro por encima del hombro a la intelectualidad de cafetín. Me creo, con mil razones a favor, una chimbita que salta descalza en los charcos y desfila con tacones en reuniones de cooperación internacional por igual. Me miran, con otras mil, como una paria sin arraigo ni horizonte en un universo endógamo. Es la vida: Yin y yang. O, más jungiano, la Carroza.