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Mostrando entradas de marzo, 2025

A partir de un nido de guacamayas y el río cauca

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 I Siempre me imaginé una casa: Papá, mamá, dos hijos (una niña, un niño) portada de Cosmopolitan o Vogue por lo menos Selecciones, página central. Siempre soñé una casa con flores: pensamientos, hierbabuena, margaritas, hortensias. Rosas, no. Demasiadas espinas para tanto olor a funeraria. Un patio que rodeara la casa, y dos árboles de durazno, un jazmín, las feijoas, uchuvas, tréboles que iban a ser receta de cuanto niño llegara. Siempre pensé que iba a ser maestra jardinera: un delantal de cuadros sobre el blanco impecable de la bata jugando a la rueda con niños, colores y canción. II Nadie le avisa a uno el costo de cada imagen, el duelo de cada sueño que - inútil, además- se va escribiendo  en la piel. Al principio, como en los cuentos de hadas, todo sucede con un toque de varita mágica: fiesta con los amigos en las noches  y desaparecen las hortensias.  El primer sueldo y se va el arcoíris que se escondía tras la casa. No te das cuenta, no duele, no se siente. ...

Escribir

Escribir. No importa sobre qué,  no importa la calidad. Si hay que hacer cien borradores  hasta que la idea afirme o si se bota todo  en un arrebato de pudor. Si se deja la idea en carne viva,  palpitante. La imagen del desastre humano que deja el hombre bajo el puente.

La palabra es la primera cicatriz.

La palabra es la primera cicatriz. Antes que el ombligo se caiga, la palabra ya ha sido impresa, su melodía aglutina el ritmo del corazón y la tierra. Dulce, amarga, salada, se confunde  entre leche, miradas y caricias, entre gritos, abandonos,  y esas minúsculas, inmensas violencias del cuidado cotidiano. Impresa en el cuerpo, limita y expande, atesora, esconde, sugiere.  Nos compone, da peso,  nos ancla a una sensación, un lugar. Decimos "hijo" y le damos ritmo y melodía al mundo, que, visto así, no es sino una traducción  de materia a armonía, pulso, acento. Decimos "árbol"  y nos invade una humedad verde, la inmensidad que habita raíces y ramas,  y la sabiduría, la fuerza y la vida  se nos enredan en la lengua. Es, tal vez, la insistencia de la onda, su eco y su rebote, su marca, lo que resume la experiencia toda  de la vida humana. Tom, tom, tom, tomtom, vibra el cuerpo y responden los pies. Tumtum, tumtum, se acelera la sangre y brota l...

Té / Tea (Leila Chatti)

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Cinco veces al día, hago té. Lo hago porque me gusta la calidez en las manos, la sensación de amabilidad hacia mí misma. No estoy acostumbrada - a la calidez y a la bondad, a ninguna – así que las creo para mí cada vez que puedo. Es fácil. Sólo viertes agua en una tetera, giras la perilla y escuchas el grito. Lo hago cinco veces al día. Algunas veces, cuando me siento bien, dejo salir un sonidito. Un poeta se dio cuenta y de alguna manera eso me hizo sentir que un día, tal vez, me van a amar como corresponde. Como no hay nadie acá que me ame, me hago un té y dejo que la radio suene. Tengo que recordarme a mí misma que estoy aquí, y lo hago notando que existo: tengo los pies fríos en las medias, tocan el piso, el estómago gruñe, el corazón tartamudea, en mis manos sostengo una calidez propia. Vengo de un pueblo que ora cinco veces al día y prepara té. Admiro la manera en que hacen ambas cosas. Cómo se dejan caer al suelo donde sea que estén. Cómo dejan caer piñones y hojas de menta en u...

Coda

Antes de ti, todo: la lluvia y la mantequilla, las noticias de la BBC, el ritmo cardíaco,  la velocidad y los pasos, el café caliente. el carnaval de la mañana.  Sin embargo, permaneces. A veces, llovizna en el páramo, neblina en la madrugada de los guaduales. Apenas sé de tu existencia. Justo antes de ti, el sinfín de conversaciones  que preceden tu saludo. Podría decir, mejor, que prevaleces. Estás sobre y entre las cosas del mundo, como el silencio entre las notas de una melodía. Te entreveras en las letras, en las sonrisas de las cuatro de la tarde. Eres memoria y recuerdo.   Llegas cuando te da la gana, como la gota de café  en el libro que leo, Como la tinta que mancha mis manos.

Cuídate del hombre cuya letra se mece como una caña al viento (parte I) (Anne Carson)

Este es un ensayo sobre manos y escritura a mano. Pienso en la escritura a mano como una forma de organizar el pensamiento. Me gustan las formas. Me gusta ordenarlas. Pero debido a recientes cambios neurológicos en mi cerebro, siento que las formas se me escapan. Mi responsabilidad con las formas no puede ser satisfecha elegantemente. Sin embargo, les ofrezco esto con la esperanza de que no les parezca desordenado o deprimente.  Para evitar de inmediato ser deprimente, porque los inicios son importantes, voy a empezar con un poema del poeta romano Cátulo, quien vivió en el siglo primero a.C., y murió a los treinta años. El mismo fue el inicio de la tradición lírica poética de Roma. Este es el fragmento 46, un poema invocando el inicio de la primavera: Now spring unlocks! Now the equinox stops its blue rages quiet as pages. I tell you, Catullus, leave Troy, leave the ground burning, they did. Look we will change everything, all the meanings, all the clear cities of Asia you and me. ...

En mi escritorio/ At my desk (Linda Pastan)

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En mi escritorio Cuántas veces me he sentado así, con el silencio inquebrantable del poema entre el mundo y yo, con el árbol fuera de la ventana negándose a la traducción: Mis hojas son más que sílabas, me dice. Pienso en ti, millas al oeste, flotando en la marea del lenguaje tan libre, dando apenas un golpe de tijera acá y allá. llegando a la orilla de algún lugar inesperado pero hospitalario.  AT MY DESK To William Stafford How many times I have sat this way with the poem’s intractable silence between me and the world, with the tree outside the window refusing translation: my leaves are more than syllables it seems to say. I think of you miles west floating on the tide of language so easily, giving only a scissor kick now and then, coming to shore some unexpected but hospitable place.

La obligación de ser feliz/ The Obligation to Be Happy (Linda Pastan)

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Es más onerosa  que los rituales de belleza o las tareas del hogar, más difícil que el amor. Pero la esperas de mí como si tal cosa, como esperas que salga el sol,  no a pesar de la lluvia o las nubes, sino gracias a ellas. Y entonces sonrío,  como si mi lealtad a la tristeza  fuera un vicio oculto- ese leve tirón hacia abajo en mi boca, la antigua sospecha de que la salud  y el amor son irrelevancias breves, nada más que una risa en la oscuridad tibia,  estrangulada al atardecer. La felicidad. Trato de llevarla en  mis hombros estrechos de nuevo -  un morral lleno de monedas de oro. Me tambaleo por la casa, me estrello contra las cosas. Solo Midas   entendería. The Obligation to Be Happy It is more onerous than the rites of beauty or housework, harder than love. But you expect it of me casually, the way you expect the sun to come up, not in spite of rain or clouds but because of them. And so I smile, as if my own fidelity to sadness were a h...

Mapas

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Te envié un libro.   Dentro, una red tejida de conchitas marinas y palitos. " This stick chart"  dice el libro, "is just under 70 square centimetres. The shells  represent islands  and for those  able to unlock its secrets,  the map contains a lot of information, including:  direction, distance, and location " A continuación, el libro presenta una serie de mapas: palitos, papiros, fotografías; pinturas de toda clase de lugares,  guías con forma de huevo o círculo,  un continuo en papel milimetrado  o en corteza. Los mapas van identificando el transporte entre el Ártico y el Antártico,  la expansión rusa, y muestran la relación entre  un pingüino perdido entre la basura y el tráfico de internet. Te señalan el ruido en colores  y los aromas del verano en una ciudad cualquiera. Para que no olvides  el propósito del regalo, debo mencionar  el " Carte de tendre " de 1653 y el rastro que dejan las neuronas  a...

Hermione

Uno no tiene que ser patrona de Alejandría ni llamarse Mefistófeles para ser un pedacito de adoración egipcia. Tiene que ser, más bien, un collage de acuarela y carboncillo en una hoja blanca, o el reflejo de las nubes en una acera cualquiera. Narices, cejas y una mirada que sospecha, excepto cuando mi mano desliza la caricia exacta entre sus ojos, procurando el roce justo, la presión precisa, el paso solo por el punto deseado. Ser felino es reencarnar  en diosa griega, y necesitar que la música sea suave, que las superficies sean tronos  desde donde observarnos, súbditos eternos de la tibieza nocturna.

Amuletos

He amado un manojo de hombres. Incontables cuerpos con brazos que no podría definir si de mármol o de algodón, con corazones rocosos, acuíferos y gaseosos. Hombres que eran lugares comunes y otros que no significaban más que una palabra inventada en un discurso de graduación. El rango entero de la especie, con una o dos excepciones. Muchachos que pensaron que yo era Ítaca y musa y diosa. Viejos que se asustaron en su propio tabú. Músicos, historiadores, poetas, abogados, ingenieros, profesores. No hay mucha diferencia. Son todos distintos. En el camino, un collage: un escenario propio, lleno de letras, sonidos y argumentos. Pedacitos de plumas que iban dejando -como si tal cosa - en las sillas, la cocina y el escritorio. No saben que son amuletos, ni que lo van a ser. Amé un par de mujeres. De ellas lo conservo todo. No sé qué de mi ternura es su ternura o qué de mi paso por el papel, mi canción o mi mirada, es la de ellas. De unos conservo los pedacitos rotos. De las otras, su plenitu...

Cadencia

Toma uno un ritmo y no se despide de él. Se queda atrapado en la cadencia que ahora es fácil, hasta volverse surco en el que las letras se acomodan, o las caricias, o los pasos, o la rutina del café en la mañana,  las noticias,  quebrar el huevo y la mantequilla derritiéndose en el sartén. En ese rito, en la repetición, un tambor marcando el vaivén,  y los pequeños descuidos: una gota de vino en el mantel blanco la mancha de sol y hormonas, antes en la ceja,  ahora en toda la cuenca del ojo. Las señales del placer  de estar bajo el sol sin protector solar los dientes amarillos y el café, las arrugas y los gestos de incredulidad,  risa, rabia. Surcos que muestran que no sólo las letras tienen su rito, también el amor, el día, el camino.